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¿Aumentan el placer las cosquillas en el sexo?

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Las cosquillas como complemento de las relaciones sexuales

Esta nueva tendencia se denomina tickling en inglés y las opiniones sobre ella oscilan entre un juego para fetichistas y una reacción del organismo que puede ayudar a sentir mucho más durante el sexo. El motivo de esta disyuntiva dependerá de si nos gusta, o no, que nos hagan cosquillas.

A muchas personas les encanta que les hagan reír tocándoles puntos clave, otras lo odian, pero ¿por qué piensan los sexólogos que hacerse cosquillas puede ser fundamental para tener una experiencia sexual mucho más completa?

La opinión de los sexólogos

Los especialistas en sexología tienen claro que hay que distinguir entre las clásicas cosquillas que se hacen como un juego de niños y las más eróticas. Para estas últimas podemos utilizar diversos objetos como plumas, lubricantes e incluso el propio cabello. Es decir, de lo que se trata es de explorar la piel de nuestra pareja para que detectemos dónde se encuentran las zonas que le provocan cosquillas y de ahí pasar a las más erógenas.

Esa sensación entre la risa y el rechazo está provocada por las aminas que genera nuestro cerebro al recibir el estímulo que venimos describiendo. En ocasiones, dependiendo de cada persona, es incluso posible sentir un orgasmo si se tocan ciertas áreas.

La importancia del rol 

Como ya sabemos, las cosquillas siempre dependen de que nos las haga otra persona. Si nos desnudamos y permitimos que nuestra pareja experimente con nuestras sensaciones, estaremos relajándonos y consiguiendo que ese contacto vaya aumentando de intensidad hasta convertirse en una relación sexual.

Ahora bien, muchos expertos consideran que la práctica del tickling también puede ser una variante del sadomasoquismo en lo que respecta a provocar cosquillas de forma continuada. Dependerá de dónde pongamos los límites con nuestra pareja para convertir este juego preliminar en parte de nuestro repertorio sexual.

¿Cuáles son las partes del cuerpo más recomendables para el tickling?

En realidad, cualquiera menos los genitales. Acariciando las siguientes zonas lograremos nuestro objetivo:

Las axilas. Son muy sensuales y perfectas para besar, lamer o acariciar.

- Los glúteos. Las caricias más suaves son siempre bienvenidas, así como los besos o el roce con el cabello.

- La cara interior de los muslos. Solo con los dedos es posible conseguir un fantástico resultado.

La nuca. Es tan sensible que puede ser el punto de partida más recomendable.

El resto de zonas dependerá de los gustos de nuestra pareja o de cómo prefiramos abordar esta forma de comenzar el juego sexual.

¿Qué podemos utilizar para este tipo de juegos?

Se aconseja usar una venda para los ojos para conseguir que la otra persona se aísle totalmente y se centre más en lo que siente. A partir de ahí, estas propuestas nos serán de gran ayuda:

- Una pluma. Al desnudar a nuestra pareja e ir usando la pluma suavemente, siempre habrá alguna zona más sensible a este tipo de caricia. Pero debemos recorrer todo el cuerpo para provocar que se relaje.

- Los dedos. Solo debemos usar las yemas y tocar ligeramente la piel, evitando las zonas erógenas. Notaremos cómo se eriza la piel y lograremos crear un ambiente de confianza más que recomendable.

La lengua. No se trata de que practiquemos sexo oral, pero sí de que la usemos para algunas zonas menos exploradas durante cualquier relación sexual.

El cabello. Puede ser usado como si se tratara de una pluma, ya que permite acariciar muy suavemente cualquier zona del cuerpo.

- Un vibrador. Es perfecto para rozar distintas zonas sensibles en un primer momento y luego para centrarse en los genitales.

¿Influye nuestro sexo en la manera de llevar a cabo este juego?

Sí. El sexo femenino suele apostar más por la sensualidad, por no ir a la estimulación genital directa y por adoptar un rol dominante al que se le puede sacar un enorme partido. En el caso de los hombres, la testosterona es probable que les traicione, provocando que se centren demasiado en las zonas erógenas. Esta actitud conllevará que se pierda ese tiempo precioso que se debe usar en estimular el cuerpo de la pareja de forma correcta antes de pasar a otros preliminares en los que entren en juego los genitales.

El orgasmo no es el objetivo

Como comentábamos en el apartado anterior, los hombres es habitual que piensen que sin orgasmo no hay relación sexual. En el caso de las mujeres, suelen pensar de manera distinta. Por lo tanto, lo más adecuado es que ambos sexos lleguen a un acuerdo.

Es decir, el tickling es un complemento que da placer, que aumenta las ganas de tener sexo y que ayuda a mejorar la conexión física entre ambas personas, pero que no tiene por qué terminar en relación sexual o en orgasmo. También podemos practicarlo sin otro objetivo que el de despertar la sensualidad o mantener viva la atracción física.

Dependiendo de la técnica que utilicemos, nos será más fácil ir probando distintas formas de practicarlo y también encontrar el mejor momento para sacarle su máximo partido. Si no sabemos cómo hacerlo y nos gustaría recibir ayuda profesional, no debemos dudar en pedirle una cita al sexólogo de nuestro seguro médico para que nos sea más fácil recibir las directrices necesarias.

Así, nos daremos cuenta de que lo que puede parecer una práctica poco erótica se convierte en una opción complementaria de nuestra sexualidad. Probarla es muy sencillo y puede ayudarnos a descubrir nuevas zonas de nuestro cuerpo y del de nuestra pareja que quizá no hayamos acariciado lo suficiente como para disfrutar del sexo.

Puede ser por fetichismo, por querer adoptar un rol dominante o por un simple juego, pero si probamos los efectos de las cosquillas en nuestra pareja es más que probable que no nos arrepintamos del resultado. Si no dejamos de probar nuevas formas de lograr placer no tardaremos en darnos cuenta de las múltiples posibilidades del tickling.

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