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Ácido hialurónico para las articulaciones

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El uso del ácido hialurónico en el sector de la estética es una tendencia que ofrece enormes resultados. Sin embargo, parece ignorarse que esta sustancia es también muy útil para mejorar el funcionamiento de las articulaciones, convirtiéndose así en una alternativa idónea a otros tratamientos más invasivos.

A continuación, analizamos el origen de esta sustancia, cuál es el tipo de tratamiento que se lleva a cabo con ella en las articulaciones y cómo se aplica para que provoque los efectos deseados.

Origen del ácido hialurónico

John Palmerer y Karl Meyer lo descubrieron en 1934 en el humor vítreo de los ojos de unas reses de ganado. De hecho, el término hialurónico, de origen griego, significa «relacionado con el vítreo». Ambos oftalmólogos de la universidad de Columbia determinaron que esta sustancia es la encargada de la formación de la matriz que se encuentra fuera de las células.

El 50 % de esta sustancia se encuentra en los ojos, en la piel y en las articulaciones. En un principio, se extraía de la cresta de los gallos, pero años después se apostó por crearlo en el laboratorio mediante la síntesis biotecnológica de bacterias como el Streptococcus zooepidemicus entre otras. Este método abarata los costes de producción y evita la infección bacteriana en la persona que utiliza algún producto que lo contenga.

No fue hasta la década de los 70 del pasado siglo cuando comenzó a usarse en algunas intervenciones oftalmológicas. Posteriormente, su uso se generalizó para el tratamiento de enfermedades reumatológicas y, finalmente, se apostó por usarlo también con fines estéticos.

Este polisacárido pertenece a la familia de los glicosaminoglicanos y no suele aparecer asociado a una proteína. Una unidad de DN-acetilglucosamina y otra de ácido glucurónico son suficientes para conseguir mejorar el estado de las articulaciones.

Tratamiento para las articulaciones

Al tratarse de uno de los ingredientes principales del líquido sinovial (el lubricante natural de las articulaciones), nos ayuda a amortiguar el roce entre las mismas y a mejorar su flexibilidad y adaptabilidad. Su uso es muy recomendable para paliar los síntomas de las siguientes dolencias:

· Osteoartritis de rodilla.

· Rigidez articular.

· Gonartrosis.

· Enfermedades que provocan la inflamación articular.

· Lesiones en los cartílagos.

· Hipertrofias del hueso.

Los diversos estudios médicos confirman su absoluta eficacia, logrando que hasta el 68 % de los pacientes recuperasen la movilidad de la articulación dañada e, incluso, la capacidad de poder dormir de forma natural. De hecho, los pacientes con artrosis moderada lograron paliar sus síntomas en un periodo entre los seis y los doce meses.

Es importante que recordemos que esta sustancia ya existe en el organismo y que va perdiendo efectividad con el paso de los años. Al no provocar una reacción alérgica, el organismo la considera como propia, consiguiendo reprogramar el crecimiento del cartílago y mejorando el funcionamiento de las articulaciones.

Cómo se aplica el ácido hialurónico

Teniendo en cuenta la información anterior, es de vital importancia escoger la mejor alternativa para disfrutar de los mejores efectos. Las alternativas principales son las que ahora exponemos:

· En cremas o geles. Es la alternativa más usada para obtener efectos estéticos, pero también para lograr aliviar el dolor de enfermedades articulares.

· En pastillas. No resulta recomendable, ya que el propio metabolismo se encarga de descomponer las moléculas que mejoran el estado de las articulaciones.

· En infiltraciones. Destaca sobre las dos anteriores dados sus innegables efectos sobre la articulación intervenida. Debemos subrayar que las moléculas de ácido hialurónico evitan que los canales TRPV1 envíen una señal de dolor al cerebro. Además, ayudan a que el cartílago se vaya regenerando progresivamente.

En lo referente a quién debe inyectar esta sustancia, es imprescindible que lo haga un reumatólogo, y siempre tras llevar a cabo las pruebas radiológicas correspondientes. Solo este especialista puede realizar la elección del mejor plan de tratamiento en lo que a contenido de esta sustancia se refiere, y también en lo que respecta a la repetición periódica del tratamiento.

Es habitual llevar a cabo estas infiltraciones en la unidad del dolor correspondiente. Teniendo en cuenta que la osteoartritis provoca el 50,5 % de los casos de dolor crónico, las infiltraciones consiguen unos resultados más que optimistas.

Las investigaciones más recientes confirman que una única infiltración con 4,9 mililitros de ácido hialurónico logró la mejora casi inmediata en casi el 68 % de los pacientes. La repetición de la dosis en un periodo de entre 7 y 13 meses supuso la mejoría del 84 % de los pacientes, llegando a casi un 96 % de recuperación de la movilidad de la rodilla.

Estos datos no pueden ser más esperanzadores, y animan a seguir pensando que el tratamiento con la sustancia ya descrita es tan eficaz como fácilmente adaptable a cada caso particular.

Su uso progresivo está ayudando a recuperar la calidad de vida de cada paciente y, sobre todo, a usar una sustancia hipoalergénica que el organismo asimila con naturalidad sin provocar daños renales o hepáticos, como ocurre con los analgésicos o con los corticosteroides.

Una solución eficaz para los problemas articulares

Indicábamos anteriormente que la producción de ácido hialurónico se ralentiza con la edad. A partir de los 40 años es necesario el someterse a pruebas diversas para comprobar cuál es el estado real de las articulaciones. Solo así es posible lograr el objetivo de evitar, o retrasar, la aparición de dolencias articulares como la artritis, la artrosis o similares.

El uso del ácido hialurónico se está generalizando progresivamente, lo que terminará protegiendo de la mejor forma posible la salud de cada paciente. Si, además, suaviza el dolor articular y logra la regeneración del cartílago, todo parece indicar que nos encontramos ante una alternativa imprescindible para poder disfrutar de una calidad de vida mucho más adecuada y acorde a las diversas necesidades y actividades que una persona pueda necesitar llevar a cabo durante su rutina diaria.

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