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¿Cuáles son los síntomas físicos de la ansiedad?

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En torno a un 20 % de las consultas psicológicas son por temas relacionados con la ansiedad. Parece ser que la tendencia en un futuro es que este trastorno se generalice más entre la sociedad. Nuestro ritmo de vida actual, alejado de la naturaleza, con actividades diarias frenéticas que se desarrollan en urbes masificadas, es la causa de muchos de los trastornos actuales. ¿Cómo definimos la ansiedad? ¿Cuáles son sus síntomas?

¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad no es dañina en sí misma. Es una emoción más del ser humano, como la tristeza o la alegría. Es un mecanismo evolutivo que ha desarrollado nuestra especie para las situaciones potencialmente peligrosas. Es por esto que cuando tenemos episodios de ansiedad, nuestro ritmo cardíaco se acelera para bombear el máximo oxígeno hacia las extremidades, lo que, a su vez, acelera también nuestra respiración. Las funciones que en esos momentos no son necesarias para la supervivencia se paralizan, y nuestro campo de visión se amplía. Todos estos procesos se activan para facilitarnos el continuar con vida.

Ahora bien, la ansiedad empieza a ser peligrosa cuando se convierte en un trastorno patológico. En la actualidad, muchas personas sufren episodios agudos de ansiedad ante situaciones de la vida cotidiana. Al enfrentarse a esos problemas (sean o no importantes) reaccionan de manera desproporcionada. En estos casos, es sintomático de un trastorno de ansiedad.

Principales síntomas físicos

La ansiedad puede provocar diversos síntomas físicos que es importantes saber distinguir. Tomar conciencia de este problema es el primer paso para combatirlo. Por eso, detallamos una serie de síntomas comunes que, a la larga, pueden afectar seriamente nuestra salud:

1. Taquicardias

Muchas personas, cuando sufren un ataque de ansiedad, llegan a pensar que les está dando un infarto. Uno de los síntomas más generalizados es que el corazón se acelera, como si hubiésemos estado corriendo a máxima velocidad. Es normal asustarse cuando ocurre, pero la mejor forma de combatir las taquicardias es intentar relajarnos y respirar profundamente. Poco a poco, el ritmo del corazón se irá normalizando. Es imprescindible este autocontrol, pues de lo contrario, el ataque durará más.

2. Sensación de no poder respirar

Cuando sufrimos un ataque de estrés, sentimos que no tenemos el aire suficiente, por muy fuerte y rápido que respiremos. Es una sensación muy angustiosa, que asusta mucho. Pero por muy fuerte que sea el ataque, nunca se deja de respirar. Es una sensación de asfixia que no es real y que, además, nos pone más nerviosos. En estos casos, sentarse y relajarse, haciendo ejercicios respiratorios, nos ayudará a retomar el control de nuestro cuerpo.

3. Opresión y dolor en el pecho

Las taquicardias y el dolor en el pecho nos pueden hacer pensar que estamos sufriendo un ataque al corazón. Es normal que tengamos estos miedos. Los síntomas de la ansiedad son muy parecidos a los que se sufren en un infarto. Pero si no padecemos ninguna patología cardíaca, es muy probable que el dolor sea consecuencia de un episodio de ansiedad.

También es muy común sufrir parestesias, que son esos hormigueos o adormecimientos que podemos sentir en brazos y piernas. Es un síntoma indicativo de ansiedad, y no debemos asustarnos si, como hemos indicado antes, no sufrimos patologías cardíacas.

4. Sudoración

La sudoración excesiva es otro de los síntomas más comunes. Normalmente, esta sudoración va acompañada de temblores o escalofríos. También se genera una visión borrosa y tubular, que suelen ser unos indicativos bastante fiables de estar sufriendo un episodio de estrés que se sale de lo normal.

5. Contractura muscular

Es uno de sus principales efectos. Nuestros músculos se ponen rígidos, lo que a su vez provoca dolor en la espalda, las piernas o la cabeza. A veces no somos conscientes de que este tipo de síntomas son resultado de la ansiedad. La rigidez muscular oprime diversas partes de nuestro cuerpo, generando malestar. El dolor de cabeza, un síntoma muy común en esta patología, es consecuencia de la rigidez de los músculos que rodean el cráneo. De ahí que, en ocasiones, sintamos esa opresión en la cabeza.

6. Molestias estomacales

El estómago es nuestro segundo cerebro. Cuando la ansiedad ataca nuestro sistema nervioso, es normal que se termine reflejando en problemas gastrointestinales. Podemos sentir diarrea, nauseas o malestar constante que nos quita el apetito.

Estos son los síntomas comunes de la ansiedad. Pero debemos incidir en que las manifestaciones sintomatológicas pueden ser diferentes, dependiendo de cada persona. Independientemente de los síntomas que refleje cada uno, surge otra pregunta: ¿se puede tratar la ansiedad?

Necesidad de tratamiento

Existen básicamente dos tratamientos para afrontar la ansiedad: mediante ansiolíticos o con un tratamiento psicoterapéutico. Una de las dificultades a la hora de tratarla es que puede venir acompañada de otro tipo de trastornos mentales.

Si se lleva a cabo un buen diagnóstico de la ansiedad por un especialista, el tratamiento que se decida aplicar dará buenos resultados. Combinar el tratamiento psicoterapéutico con el farmacológico es muy efectivo. Aunque esto dependerá de cada persona, el cuadro de ansiedad que presente, y sus circunstancias médicas.

Un terapeuta puede ser de gran ayuda para enseñar habilidades prácticas en el momento de afrontar un problema. Esto facilitará que la persona sea más consciente y pueda controlar directamente las preocupaciones que le producen la ansiedad. Dominar los estados que puedan llegar a producirá, así como tener mecanismos para afrontar las dificultades diarias, son los objetivos de los tratamientos terapéuticos. No debemos afrontarlos solos. Los especialistas son de gran ayuda en estos casos.

Conclusión

La ansiedad es un mecanismo de supervivencia, pero también es un problema que puede llegar a afectar a nuestra salud si se convierte en una patología. Si comenzamos a notar sus síntomas, debemos acudir a un especialista para que nos haga un diagnóstico y nos aplique un tratamiento. No tenemos por qué vivir con ella. Controlarla supone un largo proceso que será difícil, pero que al final nos proporcionará una gran calidad de vida.

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