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¿Qué es la ansiedad generalizada crónica?

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Es habitual que en determinadas situaciones nos sintamos ansiosos. En concreto, si nos encontramos ante momentos estresantes. No obstante, si sufrimos TAG (Trastorno de ansiedad generalizada) es bien distinto. ¿Nos acercamos a ella para mirarla de frente?

La ansiedad, así como las preocupaciones excesivas y continuas, es una de las primeras señales de que nos encontramos ante este tipo de patología crónica.

Según información extraída de la Anxiety and Depression Association of America (ADDA), este se perfila como el trastorno más común entre los adultos mayores estadounidenses. Se trata de una sensación frecuente de preocupación continua y constante por una amplia variedad de cosas.

Convivir con un trastorno de ansiedad generalizada crónica puede constituir un reto a largo plazo. Generalmente, surge junto a trastornos de índole emocional. En la mayoría de los casos, esta patología mejora si acudimos a psicoterapia o la combinamos con medicación.

¿Cuándo aparece la ansiedad generalizada crónica?

El miedo se apodera de nosotros. Empezamos a sudar frío, a experimentar temblores. Suben las pulsaciones y vivimos con malestar físico. Sentimos que nos falla la respiración y no paramos de tener pensamientos sobre todo tipo de escenarios fatalistas que pueden suceder si damos un paso. Esta es la máxima expresión de la ansiedad.

La pueden sufrir tanto niños como adultos. En este sentido, no se diferencia de otras emociones. Nos podemos encontrar que cursa asociada a otras patologías psiquiátricas como trastorno del pánico o trastorno obsesivo compulsivo, si bien son diferentes enfermedades.

¿Cómo identificarla?

Los síntomas psíquicos, aunque pueden variar, son algunos de los siguientes:

- Sentimos una preocupación desproporcionada por determinados asuntos que no se corresponde con el impacto de los acontecimientos.

- Estamos sumidos en una espiral de pensamientos centrada en los planes y sus posibles soluciones con los peores resultados que se nos ocurren.

- Percibimos situaciones o acontecimientos como amenazantes, cuando en realidad no lo son.

- Experimentamos dificultad para lidiar con situaciones de incertidumbre.

- Tenemos un temperamento tendente al miedo a tomar la decisión equivocada e indeciso.

- No nos sentimos capaces de olvidar una preocupación o dejarla de lado.

- Tenemos incapacidad para relajarnos, además de estar continuamente nerviosos y con la sensación de encontrarnos al límite.

- Sentimos dificultad para concentrarnos y tenemos la sensación de que la mente se queda en blanco.

Asimismo, podemos identificar el TAG (Trastorno de ansidedad generalizada) por una serie de síntomas físicos como:

- Trastornos del sueño.

- Fatiga.

- Tensión o dolores musculares.

- Temblamos y estamos agitados.

- Nerviosismo o una tendencia considerable a los sobresaltos.

- Nos provoca náuseas, diarrea o síndrome del intestino irritable.

- Estamos especialmente irritables.

Puede haber momentos en los que las preocupaciones se esfumen, pero sentimos ansiedad aunque no haya motivos aparentes ni evidentes. Por ejemplo, podríamos temer por nuestra seguridad o la de nuestros seres queridos. O quizá sintamos que algo malo nos va a suceder.

La ansiedad, la preocupación y los síntomas físicos nos provocan una angustia considerable en situaciones laborales, sociales o en otras áreas de la vida. En este sentido, las preocupaciones pueden tornar de una inquietud a otra y cambiar según el momento o la edad de la persona.

Tratamientos para controlarla

En el caso de que sintamos ansiedad y esta interfiera en nuestra vida diaria, es aconsejable que recurramos a la ayuda de un profesional. No es recomendable que dejemos que se pase sola o que la intentemos controlar nosotros. Por ello, podemos elegir algunas de las siguientes opciones:

1. Acudamos a un experto

El primer paso para comenzar el camino hacia la curación o la mitigación de los síntomas es comunicárselo a nuestro médico de atención primaria. La mayoría de las personas tenemos especial cercanía y confianza con nuestro doctor, una persona que está informada sobre los profesionales que nos pueden ayudar.

Nuestro médico de atención primaria nos puede derivar a un psicólogo, un psiquiatra, una enfermera psiquiátrica o un trabajador social.

2. Participemos en una terapia

Este suele perfilarse como el tratamiento de primera línea cuando nos vemos atenazados por la ansiedad. Podemos optar por varios tipos de terapia, pero la más aconsejable es la cognitivo conductual. Este tipo de terapia te enseña a resolver y a controlar lo que sientes, no a ignorarlo o suprimirlo.

3. Informémonos sobre los medicamentos

Algunos medicamentos para controlar la ansiedad pueden ser adictivos o afectar al funcionamiento cognitivo. Una alternativa a ellos son los antidepresivos. Se ha demostrado que son eficaces para todo el espectro de trastornos de ansiedad y mucho mejor tolerados por la mayoría de las personas.

Además, estos fármacos ayudan a tratar los síntomas de la depresión, en caso de que los haya.

4. Evitemos el aislamiento

Es importante que hagamos todo lo que esté en nuestras manos para evitar estar solos y aislados. Podemos reunirnos con nuestros familiares y amigos con la mayor frecuencia posible.

Además, podemos unirnos a participar en alguna actividad en nuestra ciudad o barrio. Por ejemplo, enrolarnos en un voluntariado o hacer alguna actividad cultural con un grupo de personas con gustos afines.

5. Practiquemos ejercicio

Se ha demostrado que practicar ejercicio combate la ansiedad. Además, practicar deporte nos ayuda a salir de casa y a no mantenernos aislados.

6. ¿Por qué no hacer terapia con mascotas?

Las mascotas pueden ser unos potentes calmantes. De hecho, pueden salvar vidas. Si no tienes una mascota, quizá sea el momento de tenerla o tal vez puedas acudir a un refugio o asociación protectora de animales donde puedes colaborar en su cuidado.

7. Respiremos

En un minuto podemos reducir nuestra ansiedad a través de la respiración. Podemos colocarnos en una silla con los pies en el suelo y respirar de manera profunda diez veces mientras nos concentramos en la respiración.

Conclusión

No estamos solos en esta situación. Nuestros familiares y amigos son nuestros mejores aliados. Por lo tanto, debemos apostar por nuestra salud identificando los síntomas y abordando algunas de las medidas que hemos propuesto.

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